Agateyte, el rescate de la dignidad nicaragüense

Te recordamos Viejo:, te añoramos “Agateyte” andando, andando, andando.
 
 Te vio la luz del día, te vio la noche pálida y siempre el gran patriarca sembrando cercos de palos de piñuela, tejiendo ilusiones de añil, tatuados de amor y de ternura.
 
 Desde Sutiava hasta Chorotega, te recordamos Indio inventando flechas, orquestando estrategias, resistiendo: entrando y saliendo en guerreras aventuras en tu Sempiterna Villa El Realejo, ayer, antro de vicios para los Pedrarias, hoy, sumida en la pobreza y el abandono.

Te recordamos como Gobernante Transparente, aplicando penas, investigando delitos junto a tus Concejos de Ancianos convertidos hoy en Honorables Tribunales de Jurados.

Te adoramos Viejo !. Que luces de Nueva York ! Que calles de la Habana, Cuba.
 
 Que rotondas de Washington D.C. Sí las mejores calles del mundo, los mejores monumentos del planeta están en mi Chinandega natal Que nada... Ni nadie te doblegue ! Con nadie te comparen. 
 
Así es Chinadega: Mi tierra natal.

No importa que hoy, un gran vuelo de Cuervos manche tu azul celeste. 
 
Que un grupo temerario de hombres cierren fábricas, supriman filosofías, quiebren bancos, se corrompan son así. 
 
Siempre habrán hombres como vos que te amen tanto como yo a ti,Oh mi linda Nicaragua, Nicaragüita.

Que se sepa que siempre habrán hombres como Agateyte que tenderán sus manos llenas de luz sobre tanta alma loca, corrupta y envilecida

Muchos de ellos han desaparecido, pero fueron nuestros antepasados. Víctimas de saqueo y de colonización. 
 
Es un dilema de nunca acabar. 
 
Te traemos un poco de la historia del legado de los indígenas del occidente de Nicaragua

La práctica de sus ritos y ceremonias se han extinguido, y sus leyendas desaparecen poco a poco, así como ocurrió con sus ancestros.

De aquella pomposa fiesta precolombina, que era adornada de bailes exóticos por los indios del señorío del cacique de Agateyte en la ciudad de Tezoatega, o aquel “paraíso” lleno de variedad de frutas y árboles, como lo describió el cronista español AnVásquez de Espinoza en 1613, no queda mucho. 
 
 En la zona de El Viejo, Róger Ulloa, quien se auxilió en las crónicas de Fernando Oviedo y Valdés en 1528. Nery García / CONEXIONES

La ciudad de Tezoatega es ahora conocida como ciudad de El Viejo —en Chinandega, en honor al cacique Agateyte, quien según el cronista español Fernando de Oviedo y Valdés aparentaba unos 70 años cuando lo visitó el jueves dos de enero de 1528; seis años después de la primera expedición de los españoles a Nicaragua, encabezada por Gil González Dávila.

Agateyte tenía un ejército de seis mil hombres de arco y flecha, y unos 20 mil vasallos.

Veneraban al dios del agua, del viento, del rayo, del fuego, además de los dioses creadores del mundo y del hombre. 
 
El dios Cacaguat o del Cacao era uno de los más importantes, a quien los indígenas le rendían culto con fiestas en la plaza de Tezoatega, en la ciudad del mismo nombre.

El señorío de Agateyte comprendía desde el Golfo de Fonseca, frente al Océano Pacífico, hasta la costa marítima del balneario de Poneloya, en León. Incluso, incluía parte de los ahora departamentos de Madriz y Nueva Segovia.

Un cambio obligado de tradiciones

Agateyte y sus súbditos aceptaron al catolicismo. El cacique fue bautizado con el nombre de Carlos por el misionero Fray Diego de Loáisiga. 
 
Y, luego, muchos fueros doblegados por la espada y la cruz, después del 16 de junio de 1528 cuando crucificaron a 18 guerreros indígenas en León Viejo, recuerda de la historia Víctor Machado Cantillano, descendiente de la casta indígena de Agateyte.

Con la conquista española y la muerte de Agateyte, cuyos detalles de defunción se desconocen con certeza, el señorío del cacique fue denominado por los españoles como “Corregimiento de El Realejo”, y entregado en encomienda, el 17 de diciembre de 1540, a doña María de Peñolosa, esposa del primer gobernador español de Nicaragua, Rodrigo Contreras.

Después de la crucifixión de los guerreros, el pueblo indígena se organizó en cofradías, las cuales han resistido desde hace más de 480 años y se encargan de proteger y promover las costumbres y tradiciones de la cultura indígena, mismas que se combinaron con la religión impuesta por los conquistadores.

Prueba de eso son las “La imagen de la Virgen de Hato no es más que una réplica de la patrona nacional, la Inmaculada Concepción, elaborada por manos indígenas”, relata el ex seminarista e indígena de El Viejo, Oswin Rivas Berríos. 
 
La virgen de Hato tiene una finca que tiene el mismo nombre, al occidente de El Viejo, que es administrada por la misma comunidad indígena.


La virgen de Hato recorre varias comunidades de Chinandega hasta finalizar en el municipio de El Viejo. 
 
Su entrada es un domingo antes del inicio de la novena de la Purísima y va rodeada de romeriantes (acompañantes), quienes cantan a la virgen, rezan y visitan algunos hogares de los feligreses, vestidos de atuendos y sombreros de lienzo de color rojo.

El mayordomo de la celebración de la virgen de los Ángeles y San Roque debe ser indígena, autóctono de El Viejo y es elegido por la misma comunidad.

El 14 de agosto se realiza “La Pitada”. En tiempos de Agateyte en la “La Pitada” se utilizaban pitos y tambores, y al ritmo de la melodía los indígenas se intercambiaban frutas, en agradecimiento a los dioses.

En el barrio Esquípula, de El Viejo, Juana Galeano, una mujer morena, de ojos negros, pelo rizo y robusta, de más de 60 años, prepara la tradicional cajeta de zapoyol.

“La cajeta de Zapoyol se hace de la semilla del zapote, se quiebra, se pone a desamargar y lleva 15 hervidas. 
 
Al día siguiente se le echa a la máquina con suficiente canela, leche, se bate, se le echa azúcar”, relata la mujer, quien resalta ser descendiente de la casta indígena.

Los subtiabas, al igual que los indígenas de Chinandega son descendientes de los chorotegas. 
 
Estos últimos estaban ubicados antes de la colonia en México y posteriormente, migraron hacia Mesoamérica. Los sutiabas están ubicados en el occidente de León.

A partir del 27 de septiembre de 1902, Sutiaba se convirtió en un anexo de la ciudad de León, luego que el presidente José Santos Zelaya así lo decretara. 
 
Sin embargo, desde 1694 la identidad de esa tribu fue perdiendo sus costumbres, como consecuencia del crecimiento de la ciudad metropolitana, fundada en 1610.

Sutiaba significa en lengua chorotega Shuctli, que traducido a nuestro idioma es “el lugar del río de los caracolitos negros”, cuenta el secretario del Consejo de Ancianos Chorotega de los sutiabas, Pablo Medrano Álvarez, quien a sus 61 años ha acumulado conocimiento sobre las costumbres y ritos ancestrales de sus antepasados.

A mediodía, el anciano indígena está de pie e inicia un rito.
 
 Le da la espalda a una enorme piedra que lo cubre en tamaño y lo protege de un sol achicharrante.
 
 Sostiene con su mano derecha un cetro de madera que en su cúspide muestra una serpiente, tiene puesto un sombrero artesanal hecho de paja, una cotona azul que tiene bordado “Nicaragua” en el centro, lleva puesto un pantalón negro y botas viejas, cholladas por el uso.

“En esta piedra se paraba el sacerdote anunciando que vamos a desollar para prepararnos para la guerra. Desollaban a los que no podían pelear a la guerra de los Maribios contra el conquistador Gil González. 
 
Aquí era la parte ceremonial… aquí se hacían los sortilegios para darle vigor a los guerreros. Sabían que iban a morir, porque iban a guerrear con la muerte”, cuenta el indígena.

En octubre del año 2010, las autoridades de la alcaldía de Quezalguaque, León, en coordinación con los arqueólogos del Instituto Nicaragüense de Cultura (INC) encontraron un cementerio, huellas indígenas y osamentas de seres humanos en las comunidades Santa Rosa y Las Mercedes.

De acuerdo al arqueólogo y jefe del Departamento de Prevención contra el Delito al Patrimonio Cultural del INC; Juan Bosco Moroney, en la zona se encontraron más de 30 huellas humanas, de diversos tamaños, que datan de alrededor de 2 mil años. 
 
Además, encontraron osamentas de seres humanos y otras piezas arqueológicas que usaban los indígenas de la época.

El capitán Luis Guadamuz, jefe de la Policía de Quezalguaque mostró algunas de las vasijas, ollas, lanzas, piedras y otras piezas que ahora están en resguardo por las autoridades policiales. 
 
Ahora pretenden convencer a los lugareños a que entreguen las reliquias arqueológicas, pues en la zona se hará una zona turística e histórica.

El agricultor indígena, Gerardo Ramírez, de 56 años, asevera que muchos vecinos han encontrados cadáveres y piezas arqueológicas en sus terrenos, muchos de los cuales han sido entregados a la Policía y otros no.

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