Es dignidad pinolera...Benjamin Zeledòn

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Carta de amor y patriotismo

Aceptado y con entusiasmo católico de que el Amor viene de Dios, podemos señalar que eso vale como una premisa, y todo lo que viene de Dios Nuestro Señor debe concluirse formando el silogismo que trae una capa sutil de divinidad… 
Este tema del Amor y agreguemos el sublime significado de lo que vale la Amistad, nos lleva a expresar que donde vive el Amor y la Amistad es posible distinguir la alegría y el total contento para convivir respetando con buena fe la función del “Amaos los unos a los otros”. 
Estoy claro que en todo arte, en todas las emociones y en las pasiones exaltativas, brille el Amor y así se nota en la Poesía, en el Canto, en el Teatro y en las magistrales Obras Musicales. Pase pues, las anteriores líneas como un introito o pórtico para comprender lo valioso y lo muy figurativo del texto “La carta”, de Gloria Guardia. 
Es regocijante y deleita en cualquier fecha la lectura y el mensaje de Amor que por subyugante, merece reconocimiento y vivo aplauso a tan prestigiada y ejemplar escritora que en el citado texto comenta, con mucho dominio literario del delicado “género epistolar”, en definido relato, del Amor y el Patriotismo en que fueron visibles protagonistas sus abuelos: el General Benjamín Zeledón y su esposa Ester Ramírez Jerez. 
Y sobre este particular merece transcribirse lo escrito en la presentación de “La carta”. Obra trágica, en verdad, donde una pareja, Benjamín Zeledón y su esposa, Ester Ramírez Jerez, aparecen debatiéndose o desgarrándose entre el amor conyugal y familiar; el amor patriótico y el despecho; entre los ideales y la realidad brutal, entre el deber y la fatalidad, en el contexto de la guerra de julio a octubre de 1912 contra la intervención norteamericana en Nicaragua. Él, un patricio liberal; ella, una princesa de la oligarquía conservadora. Ambos casaron a pesar de la oposición del padre, que le decretó la muerte civil”.
Gloria, en el texto que comento, con asombrosa habilidad lleva al lector de “La carta”, a entrar o conocer y disfrutar las sentidas y mejor decir sentimentales vivencias del enamoramiento; besos furtivos, caricias de mano, noviazgo y matrimonio. Gloria nos informa de cuando su abuelo, Don Benjamín, estudiando la carrera de Derecho en León, visitaba la casa de la familia Ramírez Jerez como profesor de Literatura y Gramática y en el desempeño de tal magisterio surgió el inevitable enamoramiento y noviazgo. 
Describe Gloria y pone en el recuerdo de su abuela Ester, el retrato de su marido Benjamín así: “Hombre de cabello negro encrespado, ojos color caramelo, talla mediana, hombros fuertes y pisada de acero…” Así mismo, este recuerdo cuando Benjamín se va a la guerra repitiendo en su momento de arrullo y amor con Ester, que aquél es devoto de “la democracia, la tolerancia, libertad de conciencia y la igualdad completa ante la ley; igualdad que abre la puerta a los cargos públicos para los hombres todos en que sea sólo como requisito el talento, la virtud y el mérito”.
Ester sabía, dice Gloria, lo fecundo del pensamiento liberal de Benjamín que él siempre predicaba y la carta que Benjamín envió a su esposa Ester desde algún lugar de Nicaragua y ya combatiendo contra los interventores o marines de los Estados Unidos en 1912, leyó con nostalgia y profunda pena estas líneas: “Quiero esposa mía y por eso mi lucha, una Nicaragua libre y soberana, pues la Patria, y lo digo con Amor, Ester, es la Madre de todos los nicaragüenses”.
Y finaliza Gloria Guardia en su estilo epistolar, que las últimas líneas de la carta de Benjamín se clavaron como una daga en el pecho de Ester y los ojos se le nublaron de llanto. Y así fue, y no quede duda de que Benjamín Zeledón y Ester Ramírez son figuras de respeto en la Historia de Nicaragua; y esta misiva que me provocó este comentario, toda ternura, lo finalizo con la parte final de la carta de Zeledón a su esposa Ester, días antes de su muerte el 4 de Octubre de 1912: 
“Destino la terminación de esta carta que escribo con el alma, mandándote con ella todo el amor de que es capaz quien por Amor a su Patria está dispuesto a sacrificarse y sacrificarte y a nuestros hijos, también. Adiós… o hasta la vista. El tiempo lo dirá…”
Masaya.


Carta de amor y patriotismo

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Aceptado y con entusiasmo católico de que el Amor viene de Dios, podemos señalar que eso vale como una premisa, y todo lo que viene de Dios Nuestro Señor debe concluirse formando el silogismo que trae una capa sutil de divinidad… 
Este tema del Amor y agreguemos el sublime significado de lo que vale la Amistad, nos lleva a expresar que donde vive el Amor y la Amistad es posible distinguir la alegría y el total contento para convivir respetando con buena fe la función del “Amaos los unos a los otros”. 
Estoy claro que en todo arte, en todas las emociones y en las pasiones exaltativas, brille el Amor y así se nota en la Poesía, en el Canto, en el Teatro y en las magistrales Obras Musicales. Pase pues, las anteriores líneas como un introito o pórtico para comprender lo valioso y lo muy figurativo del texto “La carta”, de Gloria Guardia. 
Es regocijante y deleita en cualquier fecha la lectura y el mensaje de Amor que por subyugante, merece reconocimiento y vivo aplauso a tan prestigiada y ejemplar escritora que en el citado texto comenta, con mucho dominio literario del delicado “género epistolar”, en definido relato, del Amor y el Patriotismo en que fueron visibles protagonistas sus abuelos: el General Benjamín Zeledón y su esposa Ester Ramírez Jerez. 
Y sobre este particular merece transcribirse lo escrito en la presentación de “La carta”. Obra trágica, en verdad, donde una pareja, Benjamín Zeledón y su esposa, Ester Ramírez Jerez, aparecen debatiéndose o desgarrándose entre el amor conyugal y familiar; el amor patriótico y el despecho; entre los ideales y la realidad brutal, entre el deber y la fatalidad, en el contexto de la guerra de julio a octubre de 1912 contra la intervención norteamericana en Nicaragua. Él, un patricio liberal; ella, una princesa de la oligarquía conservadora. Ambos casaron a pesar de la oposición del padre, que le decretó la muerte civil”.
Gloria, en el texto que comento, con asombrosa habilidad lleva al lector de “La carta”, a entrar o conocer y disfrutar las sentidas y mejor decir sentimentales vivencias del enamoramiento; besos furtivos, caricias de mano, noviazgo y matrimonio. Gloria nos informa de cuando su abuelo, Don Benjamín, estudiando la carrera de Derecho en León, visitaba la casa de la familia Ramírez Jerez como profesor de Literatura y Gramática y en el desempeño de tal magisterio surgió el inevitable enamoramiento y noviazgo. 
Describe Gloria y pone en el recuerdo de su abuela Ester, el retrato de su marido Benjamín así: “Hombre de cabello negro encrespado, ojos color caramelo, talla mediana, hombros fuertes y pisada de acero…” Así mismo, este recuerdo cuando Benjamín se va a la guerra repitiendo en su momento de arrullo y amor con Ester, que aquél es devoto de “la democracia, la tolerancia, libertad de conciencia y la igualdad completa ante la ley; igualdad que abre la puerta a los cargos públicos para los hombres todos en que sea sólo como requisito el talento, la virtud y el mérito”.
Ester sabía, dice Gloria, lo fecundo del pensamiento liberal de Benjamín que él siempre predicaba y la carta que Benjamín envió a su esposa Ester desde algún lugar de Nicaragua y ya combatiendo contra los interventores o marines de los Estados Unidos en 1912, leyó con nostalgia y profunda pena estas líneas: “Quiero esposa mía y por eso mi lucha, una Nicaragua libre y soberana, pues la Patria, y lo digo con Amor, Ester, es la Madre de todos los nicaragüenses”.
Y finaliza Gloria Guardia en su estilo epistolar, que las últimas líneas de la carta de Benjamín se clavaron como una daga en el pecho de Ester y los ojos se le nublaron de llanto. Y así fue, y no quede duda de que Benjamín Zeledón y Ester Ramírez son figuras de respeto en la Historia de Nicaragua; y esta misiva que me provocó este comentario, toda ternura, lo finalizo con la parte final de la carta de Zeledón a su esposa Ester, días antes de su muerte el 4 de Octubre de 1912: 
“Destino la terminación de esta carta que escribo con el alma, mandándote con ella todo el amor de que es capaz quien por Amor a su Patria está dispuesto a sacrificarse y sacrificarte y a nuestros hijos, también. Adiós… o hasta la vista. El tiempo lo dirá…”
                                                                               
                                                                                      * Masaya./  3/10 /1912

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