Julio Cortázar: un escritor del siglo XXI


El 2014 marca el centenario del escritor argentino Julio Cortázar, una de las más emblemáticas voces del llamado boom latinoamericano. La fecha exacta en que el autor de Rayuela vino al mundo hará este 26 de agosto un siglo, pero por todo el orbe están teniendo lugar ya los homenajes en honor a este grande de las letras universales que no partió definitivamente en 1984, sino que halló, sin proponérselo, el modo de continuar viviendo hasta nuestros días con una incuestionable salud “literaria”.

Con la intención de acercarnos —a propósito de la efeméride— a este autor infinito, Mario Goloboff, escritor y docente argentino reconocido como el más completo de los biógrafos de Cortázar, accedió a conversar con Granma, vía correo electrónico, y dejarnos estas sabias referencias acerca del extraordinario intelectual que apoyó desde sus inicios y defendió la Revolución Cubana, y vivió cada instante de su azarosa vida luchando a favor de las causas justas.

—Como usted mismo ha dicho en el Prólogo a la más reciente edición de la biografía, no fue amigo de Julio Cortázar y, aunque habló en alguna ocasión con él, más bien lo “trató” desde los libros. Sin embargo, creo en la cercanía de ambos. ¿Podría explicarme qué tanto lo acompaña en su vida diaria el autor de Rayuela? 

—Como aquel verso de Antonio Machado que me ha acompañado durante toda la vida, “converso con el hombre que siempre va conmigo”, aunque no hablo más con Julio Cortázar que con otros autores que he querido (el propio Machado incluido), y en América, José Martí, Rubén Darío, César Vallejo, sobre todo. Es probable que con Cortázar (como ve usted, bien cercano a ellos), por ser más contemporáneo y coterráneo, “converse” de otro modo o de otras cosas, más circunstanciales, aunque no más íntimas.

—En las escasas veces que conversó con él, allá por los años 70, los temas tratados fueron en torno a las dictaduras que azotaron el Cono Sur. ¿Desde entonces nació el proyecto de investigar sobre el autor y escribir su biografía? ¿Por qué quiso hacer “la biografía de un hombre de letras” dejando fuera los aspectos más íntimos?

—No, la idea de escribir una biografía de Cortázar nació más tarde, cuando en la Argentina recuperamos la democracia y pude volver de Francia y él ya había fallecido. Entonces nació la idea porque yo venía trabajando su obra desde hacía tiempo, y además conocía bastante bien los lugares que él había frecuentado, fundamentalmente París, Buenos Aires, el interior de la región pampeana de sus primeros años de enseñanza…. Teníamos, además, amigos comunes y, últimamente, pasiones e identidades comunes… Y pensé que de sus múltiples personalidades, la que había primado siempre, desde la niñez hasta el lecho de muerte, había sido la literaria.

—La investigación sobre el intelectual lo llevó inevitablemente al hombre, al ser humano. ¿Cuáles de sus rasgos personales considera más dignos? ¿Cuáles atentaron contra sí mismo?

—Unido a una gran generosidad y solidaridad con los otros seres humanos iba naturalmente su contracara, la de ser, en mi criterio, un tanto ingenuo, demasiado explícito en sus afirmaciones y sus actos. En fin, no sé si eso es un defecto o la exageración de una virtud… Pero lo ponía muy mal la reacción de sus contemporáneos ante alguna de las actitudes que tomaba, sobre todo si esos contemporáneos eran latinoamericanos y, en especial, argentinos… Y sentía, quizás con justicia, que no lo comprendían, que no lo acompañaban…
Julio Cortázar. Foto: Archivo

—Usted ha referido que Cortázar era un verdadero perseguidor. ¿A qué cree que se deba esa pasión que él despertó en sus contemporáneos, y la que sigue despertando arrolladoramente en nuestros días? ¿Por qué es “perseguido”?

—Ante mí crece cada día más su figura de “perseguidor”: de nuevos horizontes, de nuevas conductas, de nuevos caminos, de nuevas formas. En general, en la vida, y en particular, en la literatura. En esta, cada vez que encontró la fórmula del éxito, arriesgó otras (y a veces le fue mal), cosa que siento como un gran mérito en un creador y que he visto más bien poco en grandes artistas del siglo XX. Quizás fue tan “perseguido” por lo que digo en mi respuesta a la pregunta anterior, porque se ofrecía abierta y públicamente a la crítica. Y porque los seres humanos somos bastante malos, envidiosos y poco agradecidos.

—A veces leyendo a Cortázar he sentido su presencia tácita en la historia o en los poemas. ¿Se dan analogías entre Cortázar y algunos de sus personajes?

—Seguramente… Los personajes tienen siempre un poco o mucho de uno mismo, inclusive aspectos que los escritores mantenemos ocultos o desconocemos. Es una de las razones que hace tan rica e infinita una literatura.

—Usted ha hablado de los amores “estéticos” de Cortázar. ¿En qué medida la literatura contemporánea apuesta por estos “amores”? ¿Cuál es a su juicio el mejor legado del autor a las letras que lo sucederán?

—Las inclinaciones estéticas de Cortázar, además de la literatura, fueron hacia la música, las artes plásticas, la arquitectura, el teatro, el cine y otras, inclusive el boxeo, como creación instantánea, pasajera, de “figuras”, y todas ellas quiso traducirlas a las letras, en un esfuerzo original del que quedan muchas marcas en su obra.

“Este es ya un legado. Otro, quizás el mayor, la perfección de sus relatos breves, el intento de su gran Rayuela, la construcción de una poética personal, audaz, adelantada”.

—Durante el año se estarán celebrando acciones de todo tipo en diversos escenarios del mundo para honrar a Cortázar en su centenario. ¿Cuáles considera más útiles?

—Claro que yo no debo designar ni elegir, porque colaboro en la organización de algunos de ellos. Pero le asigno una importancia especial al gran Encuentro Internacional que celebraremos con escritores y críticos nacionales y extranjeros en agosto, en Buenos Aires, y que abrirá, si así puede aceptarlo, vuestro querido poeta y crítico Roberto Fernández Retamar.

—Usted ha dicho que sin Rayuela habría faltado un acento indispensable de lo fundamental: la nueva visión del género, el cuestionamiento del hecho mismo de narrar y el sacudimiento del lector y, con él, la subversión de las costumbres de consumo en la lectura. ¿A qué atribuye esos sacudimientos que nos provoca la lectura de Rayuela?

—A que es la primera vez que al público lector latinoamericano se le plantean esos problemas literarios con un lenguaje cercano y por parte de uno de los suyos.

—Leer a Cortázar, sobre todo Rayuela, es un reto para todo lector…

—Bueno, si usted y los demás lectores lo sienten así, el objetivo de Cortázar al escribir esa novela ha sido alcanzado…

—Para Mario Goloboff, Cortázar es “un escritor del siglo XXI que pone en el centro la literatura, como la cima de su campo ardiente”. A pesar de la crisis de los lectores en este siglo (me refiero a la competencia con otros medios, a la dinámica de la vida que muchas veces relega el libro), ¿seguirá siendo Julio Cortázar un favorito en el mundo de las letras?

—La frase, algo rehecha por mí, que expandieron los surrealistas, es de Apollinaire, y me pareció pertinente aplicársela a Cortázar, quien tanto compartió con ellos. Tal vez por eso, tal vez porque dejó cuentos magníficos, dignos de las mejores antologías, tal vez por su presencia (que sigue siendo honda y próxima, sobre todo en los jóvenes), seguirá y, acaso, crecerá en el tiempo como un favorito en la literatura y en la cultura de América Latina.

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