Un helicóptero militar aterrizó cerca de la granja de su familia en el sur de Nicaragua un día de mediados de julio hace 35 años, marcando el inicio de un viaje que no solo le dejó recuerdos inolvidables a ese niño, sino que abrió una nueva era para el país centroamericano – un hito que alteró las relaciones de Estados Unidos con América Latina y que desencadenó una ola de refugiados en el sur de la Florida
El helicóptero transportó al pequeño Urcuyo y a su familia a la relativa seguridad del búnker donde el dictador Anastasio Somoza estuvo recluido durante sus últimas horas en el poder, dirigiendo una guerra perdida contra guerrillas apoyadas por Cuba. El triunfo de la revolución sandinista en julio de 1979, erosionó la influencia estadounidense en América Latina e incrementó el poder del régimen de La Habana en la región.
El dramático cambio en 1979, al igual que el cambio en Cuba dos décadas antes, inspiró a muchos jóvenes en América Latina a ser más hostiles hacia Estados Unidos, un movimiento que con el tiempo dio lugar a cambios en Argentina, Brasil, Chile, Ecuador, Uruguay y Venezuela, donde líderes de izquierda están ahora en el poder. La revolución sandinista también provocó que decenas de miles de nicaragüenses huyeran al extranjero, principalmente a Miami, donde hoy conforman una de las comunidades de exiliados más grandes del sur de la Florida.
Como nieto de Francisco Urcuyo Maliaños, quien reemplazó brevemente en la Presidencia a Somoza después de su apresurada salida del país el 17 de julio de 1979, Luis Urcuyo tuvo un asiento de primera fila como testigo de uno de los episodios más dramáticos en la historia de América Latina.
En la víspera de su huida, Somoza reunió en su búnker de Managua a sus ayudantes y partidarios más cercanos. Entre ellos se encontraba Urcuyo Maliaños, líder de la Asamblea Nacional de Nicaragua, a quien Somoza había elegido para hacerse cargo de la Presidencia en su ausencia. Urcuyo Maliaños, a su vez, llevó a su propia familia al búnker, incluyendo a su nieto.
Cuando se intensificaron los combates entre las guerrillas sandinistas y las tropas de la Guardia Nacional, la familia Urcuyo se refugió en el búnker. El helicóptero llevó a la familia a un aeropuerto militar cercano y luego una limusina condujo al grupo hasta el sitio desde donde Somoza dirigió los destinos de Nicaragua durante cerca de dos décadas.
“Fue como registrarse en un hotel con servicio de primera clase”, recordó Urcuyo durante una serie de entrevistas en su casa en Key Biscayne, donde ahora trabaja en el sector inmobiliario. “Teníamos un botón en nuestra habitación y era como el servicio de las habitaciones y te traían todo lo que querías. Recuerdo que pedí pollo para el desayuno la primera mañana que estuve allí. Nunca había comido pollo en el desayuno y ordené eso”.
También recuerda haber entrado al gimnasio de lujo de Somoza y admirar las botas del dictador que estaban ahí.
Unas horas después de ceñirse la banda presidencial y cuando se hizo evidente que no podría mantenerse en el poder, Urcuyo llamó al entonces presidente guatemalteco, el general Romeo Lucas García, en busca de ayuda. Lucas envió tres aviones para sacar de Nicaragua a la familia Urcuyo, junto con lo que quedaba de la dirección de la Guardia Nacional.
CONSEJO DE SOMOZA
Cuando Somoza aceptó finalmente abandonar Nicaragua el 17 de julio de 1979, tras la virtual derrota de su Guardia Nacional a manos de los sandinistas, le entregó el gobierno a Urcuyo Maliaños, conocido como Chico. En su última conversación con Urcuyo Maliaños, Somoza le dio instrucciones de no entregar el gobierno a la junta rebelde y mantener al entonces embajador estadounidense, Lawrence Pezzullo, distraído en negociaciones inútiles.
“Chico, no te olvides de que debes que negociar, negociar y negociar con Pezzullo, hasta que consigas hacer desaparecer de su mente a la junta”, le dijo Somoza a Urcuyo Maliaños, según cuenta el ex mandatario en su libro titulado Solos. “No te olvides de que esa junta es un amenaza comunista para Nicaragua, y debes hacerle comprender a Pezzullo eso. ¡El está equivocado!”.
Fiel a las instrucciones de Somoza, Urcuyo Maliaños avisó a Pezzullo en su primera reunión que no tenía ninguna intención de entregarle el poder a la junta rebelde.
Su primer encuentro tuvo lugar a las 6 de la mañana, sólo seis horas después de que Somoza hubiera partido hacia Miami. Urcuyo Maliaños dice en Solos que lo primero que le dijo Pezzullo fue que Somoza y él habían acordado que entregaría el poder a la junta durante una ceremonia en la que entregaría la banda presidencial al arzobispo de Managua, Miguel Obando y Bravo, quien luego la presentaría a los miembros de la junta. Urcuyo Maliaños le dijo a Pezzullo que no estaba dispuesto ha hacer eso.
Así comenzó el breve enfrentamiento entre Urcuyo Maliaños y la administración del presidente Jimmy Carter en la que Estados Unidos finalmente prevaleció cuando amenazó con negarle el asilo a Somoza en Estados Unidos.
A las 7 de la mañana del 18 de julio, un Somoza muy agitado llamó a Urcuyo Maliaños desde Miami.
“Chico”, le dijo Somoza, “estoy perdido. Soy un prisionero del Departamento de Estado. Me acaba de llamar Warren Christopher, subsecretario adjunto de Estado, para decirme que si tú no le entregas el poder a la Junta de Reconstrucción ellos me entregarán a mí al Frente Sandinista”.
Fue en ese momento que Urcuyo Maliaños llamó al general Lucas y le pidió ayuda.
Esa noche, tres aviones de la Fuerza Aérea Guatemalteca aterrizaron en un aeropuerto militar cerca del búnker. Urcuyo Maliaños y su familia, incluyendo al niño Luis Urcuyo, abordaron los aviones y volaron al exilio.
Después de que Urcuyo Maliaños abandonó Nicaragua hace 35 años, Somoza salió de Miami y terminó reubicándose en Paraguay, donde un grupo de comandos paramilitares lo asesinó en una calle de Asunción el 17 de septiembre de 1980.
ARGENTINA Y LOS CONTRAS
Un líder de la guerrilla izquierdista argentina, Enrique Gorriarán Merlo, participó en el ataque. El que un argentino estuviera involucrado en la operación no fue algo fortuito.
Los sandinistas dieron refugio a guerrilleros izquierdistas que huían de las dictaduras militares de derecha, incluyendo a varios argentinos. Como resultado de esto, el régimen militar argentino de entonces tomó un interés directo en Nicaragua y poco después de que el presidente Ronald Reagan asumiera la presidencia en 1980, la CIA llegó a un acuerdo con Buenos Aires para que asesores militares argentinos entrenaran a los primeros contras.
Los entrenadores militares argentinos fueron enviados a Centroamérica y algunos contras fueron llevados a Buenos Aires para recibir instrucción militar especializada.
Con el tiempo, los contras se convirtieron en un ejército rebelde pero nunca fueron capaces de derrotar a las fuerzas armadas sandinistas apoyadas por la Unión Soviética y Cuba.
“Me he preguntado muchas veces qué papel realmente jugamos”, dijo Luis Moreno, conocido como Comandante Mike Lima, uno de los principales líderes de la Contra. “Fuimos protagonistas de la Guerra Fría. Luchamos contra el comunismo”.
Mientras que en última instancia el comunismo en la Unión Soviética y la Europa del Este se derrumbó, el apoyo de Estados Unidos a los contras causó daño a la administración del presidente Reagan.
Cuando el teniente coronel Oliver North, un miembro del personal del Consejo de Seguridad Nacional, fue acusado de vender armas a Irán y desviar las ganancias a la contra, esto hizo estallar un escándalo en Washington en 1986 que casi llevó al Congreso a eliminar la ayuda a los contras.
Pero el programa sobrevivió y finalmente jugó un papel importante en las negociaciones que condujeron en última instancia a elecciones democráticas en 1990.
El líder sandinista Daniel Ortega, que estaba a cargo del gobierno entonces, fue derrotado en esas elecciones que le dieron la victoria a Violeta Chamorro. Ambos habían pertenecido a la junta rebelde que se hizo cargo de Nicaragua después de que Urcuyo Maliaños huyera a Guatemala. Ortega gobierna Nicaragua en la actualidad después de ser elegido en el 2007.
(Tomado de Trinchera de la Noticia 17 de Julio 2014)
Los críticos han acusado a Ortega de conspirar para hacerse presidente de por vida debido a que en el 2011 convenció a la Corte Suprema de Nicaragua de permitirle postularse para un segundo mandato al levantar una prohibición de reelección consecutiva, que fue uno de los motivos principales que esgrimieron los sandinistas para combatir a la dinastía de Somoza.